La Unión Europea aborda las crisis sin liderazgo ni coordinación
El edificio tiene el aire aterrador de la arquitectura estalinista. Sadam Husein utilizó este monstruo de hormigón como prisión para los combatientes persas. Era la década de los ochenta y el dictador que habría de morir en la horca abrazado al Corán estaba inmerso en una guerra fratricida con Irán. La puerta de entrada es oscura, como un túnel a un tiempo tenebroso, pero una vez superado el umbral aparece un patio bañado de luz. Los refugiados sirios que han huido del avance del Estado Islámico han encontrado ahora un hogar entre estas mazmorras.La antigua prisión está en Aqrah, una ciudad enclavada en las montañas delKurdistán. Para llegar hasta aquí hay que viajar casi dos horas desde Erbil, la capital de la región, dando un rodeo para evitar Mosul, la ciudad tomada por los yihadistas. La primera línea de combate queda a unos 40 kilómetros. La carretera va dejando atrás rebaños de cabras y edificios en esqueleto como los que poblaban España tras la crisis. Los kurdos, ricos en petróleo, vivieron una explosión económica tras la caída de Sadam en 2003 pero ahora, con el enésimo conflicto en la región, la burbuja se ha pinchado y todo parece haberse quedado a medio construir.
El Ejército iraquí mantiene rodeado Mosul, sin que todavía se haya lanzado a su reconquista. A su vez, apoyado por una coalición estadounidense, ha entrado en combate urbano en Faluya, otra de las ciudades claves del país. Al calor de las bombas, la crisis humanitaria sigue expandiéndose como una mancha. La Comisión Europea calcula que la tercera parte de la población, unos 10.000.000 de personas, requiere asistencia Los desplazados internos superan los 3.000.000, a lo que hay que sumar 250.000 sirios asentados en el país.
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