El Estado Islámico gestiona un territorio entre Siria e Irak con ocho millones de habitantes bajo su propia bandera gracias a la violencia y al contrabando de petróleo en la frontera de Turquía
“Mi primo fue al mercado y cuando regresó al coche con la compra, le pusieron una multa por mal aparcamiento”, se escandaliza Sirwan, un kurdo iraquí huido del avance de los yihadistas del Estado Islámico (EI). Ocurrió en Raqa, la ciudad siria que se ha convertido en capital delcalifato proclamado por esa organización. Al lado de las decapitaciones, la expulsión de las minorías religiosas y el ominoso trato a las mujeres, una infracción de tráfico parecería anecdótica. Sin embargo, da idea de hasta qué punto el grupo intenta convertirse en un Estado. Tras invadir amplias zonas de Siria e Irak (unos 130.000 kilómetros, tanto como Austria y Suiza juntas), gobierna a ocho millones de personas, cuenta con un ejército, dispone de financiación propia y ondea una bandera.
“Es más que un grupo insurgente que se esconde en las montañas. El tamaño y el alcance de sus conquistas territoriales y el número de sus combatientes (31.000 según la CIA), apoyan esa idea, pero además intenta gobernar. Ha creado un sistema en las ciudades bajo su control, en Raqa primero y ahora en Mosul”, señala por teléfono Julien Barnes-Dacey, experto en Irak y Siria del European Council on Foreign Relations(ECFR).
Pero es sobre todo el contrabando de petróleo lo que financia la quimera del califato. El EI controla al menos tres campos de extracción en Siria y cinco en Irak. Aunque sólo tiene una refinería en el primero, también utiliza pequeñas instalaciones móviles, que están siendo objetivo de los últimos bombardeos de la aviación estadounidense. El combustible que no utiliza, lo vende, pequeñas cantidades localmente y la mayoría en Turquía de contrabando, lo que le reporta entre 1,65 y 2,36 millones de euros diarios, según Luay el Khatteeb, director del Instituto de Energía de Irak y asesor del Parlamento de Bagdad.
“Están locos y realmente se creen que están montando un Estado", afirma un joven activista que ha tenido que refugiarse en Turquía ante la persecución del EI y que se muestra convencido de que la vida en Raqa ahora mismo "es muy mala".
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