Caracas se convierte en el escenario de la mayor protesta opositora desde las elecciones
22 FEB 2014 - 20:15 CET
La calle, ese mantra que una parte de la oposición venezolana invoca desde el pasado 23 de enero, le dio al dio al Gobierno una respuesta masiva y afirmativa este sábado en Caracas y otras ciudades. En la capital venezolana se congregó la mayor concentración opositora desde la última campaña electoral. Cuando los sectores contrarios al régimen revolucionario parecían en mengua mientras se desgajaban en las barricadas nocturnas llamadas localmente guarimbas, dieron una convincente demostración de fuerza y unidad.
“No a la represión y a la violencia”, era el lema del evento que dominaba la tarima principal. Allí tomaron la palabra el dirigente estudiantil Juan Requesens, la esposa del hoy prisionero Leopoldo López, Lilian Tintori, los líderes de la Mesa de la Unidad Democrática, María Corina Machado y Antonio Ledezma, y los gobernadores de los estados de Lara y Miranda, Henri Falcón y Henrique Capriles Radonski. Todos coincidieron en llamar a la protesta pacífica y continuada.
“Podemos tener diferencias, pero hay algo que nos une que es más grande, y se llama Venezuela”, proclamó el también excandidato presidencial, Capriles, reconociendo las fracturas internas que se han manifestado en los últimos días en el comando opositor y se vinculan a la escogimiento de los métodos para enfrentar al Gobierno de Nicolás Maduro. En cualquier caso, la masiva asistencia de decenas de miles de caraqueños debió servir como un incentivo unitario.
La convocatoria buscaba reencauzar las protestas de los últimos días que, luego de diversos incidentes violentos que hasta la fecha han arrojado un saldo de diez muertes, languidecían bajo los ataques de los cuerpos de seguridad y la propia dispersión. Su principal demanda era el cese de la represión violenta –que, casi en sincronía, se cobraba una nueva víctima, Geraldine Moreno, fallecida en la cercana ciudad de Valencia- y la liberación de los estudiantes detenidos en las protestas, así como de los presos políticos, con Leopoldo López en primer lugar. Las consignas y pancartas así lo reflejaban: “Para el Gobierno, paz se escribe con P de plomo”, proclamaba una, mientras en otras se registraban los nombres de personas asesinadas por el crimen. Abundaban también las pintas contra la injerencia cubana y el amordazamiento de los medios nacionales: “Si los medios callan, ¡que hable la calle!”, se pedía en una cartulina manuscrita.
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