Ningún directivo asume su culpa en la comisión que investiga el fiasco de Caixa Catalunya La quiebra de la entidad ha costado 12.000 millones al contribuyenteClara Blanchar Barcelona 4 AGO 2013 - 00:05 CET
Nadie tiene la culpa. Y si la hay, se la echan a su antecesor en el cargo.
Someramente, es lo que han dado de sí las cuatro primeras sesiones de
la comisión del parlamento de Cataluña que investiga el derrumbe de las
cajas catalanas y el perjuicio causado a los ciudadanos que compraron
preferentes o han sido desahuciados. Hasta ahora se ha centrado en
Catalunya Banc, la antigua Caixa Catalunya. Hoy nacionalizada, suma
12.000 millones euros de inyecciones públicas y afronta el despido de 3.000 empleados y el tercer intento de venta.
Han comparecido cuatro expresidentes, un director general, los
sindicatos. Nadie asume nada. Ni siquiera su accionista mayoritario, el
Fondo de Reestructuración y Ordenación Bancaria (FROB), sobre las dos
subastas fallidas.
Todo el mundo lo hacía y se ganaba mucho dinero, acaba saliendo de la
boca de los comparecientes. Ya se hable de comprar la aseguradora MNA en
1995, —una pesadilla que ha acabado costando entre 210 y 300 millones—;
de invertir en ladrillo hasta con promociones en Polonia sin valorar el riesgo
—la justificación es que durante años dio grandes beneficios—; de abrir
oficinas por toda España sin estudiar su viabilidad; de emitir
preferentes desde las islas Caimán —porque así lo establecía el Banco de
España—; de dar hipotecas a 40 años a mileuristas —¿quién iba
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