Hasta 142 personas han muerto este viernes en Saná, la capital de
Yemen, cuando varios suicidas han atacado dos mezquitas chiíes, según fuentes hospitalarias citadas por las agencias de noticias. El objetivo eran sin duda
los rebeldes Huthi que desde finales de enero
se hicieron con el poder y cuyos seguidores son sobre todo chiíes zaydíes. Su golpe de mano no sólo ha abierto una grave crisis política en el empobrecido país árabe, sino que ha azuzado la baza sectaria que Al Qaeda lleva años tratando de explotar y de la que ahora quiere aprovecharse el Estado Islámico, que se ha responsabilizado de los atentados.
Los ataques, con escaso intervalo entre sí, se han producido durante la plegaria del mediodía del viernes, justo cuando las aljamas están más concurridas. El primer suicida ha hecho estallar su cinturón explosivo en el interior de la mezquita de Badr, en el centro de Saná; pocos minutos después, un segundo terrorista activaba su bomba entre medio de los fieles que salían despavoridos. Casi al mismo tiempo otro individuo (
dos según la agencia yemení Saba) se reventaba en la mezquita de Al Hashush, al norte de la ciudad. En Saada, al norte del país, la policía logró interceptar a otro suicida que pretendía atacar la mezquita del Imam Hadi.
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