El terror yihadista de esta negra semana en Francia, con cuatro acciones armadas en 72 horas que han costado la vida al menos a 20 personas en París y sus alrededores, ha situado al país ante el peor de sus escenarios. En un Estado con cinco millones de musulmanes y con el
ultraderechista y xenófobo Frente Nacional en auge, los atentados han mostrado que la unidad política buscada por el presidente,
François Hollande, se resquebraja ante una violencia con tintes de origen religioso. La policía ha puesto este viernes punto y aparte a esta ola de sangre matando a tres terroristas en una doble operación que también ha costado la vida a varios rehenes. Pero no es el punto final. “Francia no ha terminado con las amenazas”, ha señalado anoche con solemnidad Hollande.
Un grupo de terroristas conectado y dividido en dos comandos ha sumido en la angustia y el miedo a un país en alerta máxima, que ha visto concretarse esas amenazas que le venía lanzando el islamismo radical. Fuerzas especiales han cercado y matado a media tarde a los tres terroristas, pero en una de las dos operaciones, de clara intención antisemita, también han muerto cuatro rehenes. Los asesinos abatidos son los dos presuntos autores de la
matanza en la revista Charlie Hebdo el miércoles y el supuesto asesino de una joven policía municipal al día siguiente en París
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