Al menos dos españoles y otros miles de voluntarios extranjeros se han unido a las filas de las milicias kurdas que combaten el avance yihadista en Irak y Siria 5 ABR 2015 - 21:12 CEST
El miliciano Paco Arcadio en un vídeo grabado en Serekaniye (Siria) en enero por una agencia cercana a las milicias kurdas.
La guerra en Siria e Irak ha atraído a miles de combatientes extranjeros —europeos en un número significativo— pero la brutalidad del Estado Islámico (EI) está galvanizando un cierto apoyo foráneo en torno a los grupos que luchan contra él, especialmente los kurdos. Quienes combaten al yihadismo han comenzado asimismo a recibir voluntarios del exterior —también españoles— si bien en un flujo mucho menor que el que ha engrosado las filas de la organización yihadista dirigida por Abu Bakr al Bagdadi.
El grupo de brigadistas españoles —perteneciente a Reconstrucción Comunista, una escisión de las juventudes del Partido Comunista de España— llegó a Siria a inicios de año e, integrado en un batallón compuesto por miembros de distintas nacionalidades, estableció su base en Serekaniye (Ras al Ayn, en árabe), una ciudad controlada por las Unidades de Protección Popular (YPG), la milicia kurda que ha expulsado al EI de varios cantones de Siria y se opone tanto al califato como al régimen de Bachar al Asad
La detención, el pasado febrero, de ocho españoles que presuntamente se integraron en las milicias prorrusas de Ucrania, abrió un debate sobre la situación legal de los combatientes nacionales en conflictos extranjeros.
El brigadista Paco Arcadio y sus compañeros saben que ellos mismos podrían tener problemas legales si regresan a España tras combatir en Siria e Irak por lo quisieran que el Gobierno español se comprometiera a que “nadie que se una a las [milicias kurdas] YPG sufra represión alguna por parte del Estado”. “Con ir a una manifestación en París no se derrota al Daesh [denominación del Estado Islámico en árabe], ya es hora de que el Gobierno actúe y sea consecuente con lo que dice”, justifica Arcadio.Los motivos que han empujado a estos jóvenes a tomar las armas para combatir al Estado Islámico son lo que denominan el “internacionalismo proletario” y apoyar la lucha “revolucionaria” de las fuerzas kurdas: “No es una lucha contra el islam, sino por la convivencia entre diferentes culturas, y no sólo a favor de los kurdos, sino de toda la humanidad. No podemos caer en el simplismo de decir que esto es culpa del islam y promover así movimientos racistas y xenófobos. Nosotros no luchamos contra los musulmanes, luchamos contra el fascismo que encarna el Estado Islámico, como se luchó en España en 1936 o en Stalingrado en 1943”
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