La empresa cambia su estrategia con los productos frescos para evitar la fuga de ventas a los puestos tradicionales y pretende supervisar a los productores que le sirvan los géneros
A principios de los cuarenta, primera posguerra, el padre de Juan
Roig compraba cerdos en Andalucía y los vendía en Cataluña. Más tarde
llegó el matadero. Y después abrió una carnicería, Cárnicas Roig, el
germen de Mercadona, que ha acabado convirtiéndose en la mayor cadena española de supermercados.
A mediados de la década pasada, después de 20 años de crecimiento, la
empresa se apartó definitivamente de la relación artesanal con el género
y con ello cometió, según Roig, su propietario, uno de los mayores
errores de su carrera: “Elegimos el camino más fácil. Decidimos tratar
los productos frescos como los secos”. Aquello estuvo a punto de
costarle caro o, en sus palabras, de llevar a Mercadona a estrellarse
“con una vaca que estaba parada en medio de la carretera”.
La empresa sigue ahora el camino inverso. Una vuelta a los orígenes del trato en el mostrador, la venta por unidades, una relación nueva con el sector primario y una revolución en su refinado sistema logístico. Se trata,
La empresa sigue ahora el camino inverso. Una vuelta a los orígenes del trato en el mostrador, la venta por unidades, una relación nueva con el sector primario y una revolución en su refinado sistema logístico. Se trata,
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