La compañía y la cantaora Marina Heredia cierran el Festival de Granada en la Plaza de Toros ante 7.200 personas Granada 11 JUL 2015 - 00:11 CEST
Paseaba el jueves Carlus Padrissa con aire de optimismo embrujado cerca de la catedral de Granada, cuando le abordó una señora con su ramito dispuesta a leerle la mano. No se arriesgó al mal de ojo: “En menos de dos minutos me había contado mi vida y milagros. Lo encontró todo bien. Me dijo que era algo nervioso, aunque, como ves, esto salta a la vista. Quería 40 euros, pero regateé y se lo dejé en 20. ‘Nunca vas a ganar tanto en tan poco tiempo’, le advertí”. Todos contentos, pues. El creador de La Fura con su ramo de la buena fortuna atado al ojal de la camisa, la señora con la tarifa y todo el equipo responsable de esta nueva versión de El amor brujo, estrenada ayer, por haber ausentado malos presagios.
Lo necesitaban. No sólo para cerrar como hicieron junto a la Orquesta Joven de Andalucía —dirigida por el venezolano Manuel Hernández Silva—, la cantaora Marina Heredia, el guitarrista José Quevedo, el Bola, y un grupo de bailarines coreografiados por Pol Jiménez, en la plaza de toros y ante 7.200 personas, la 64º edición del Festival de Música y Danza de Granada. También para la gira que tienen delante e incluye Peralada, Sevilla, Málaga, Madrid o Montecarlo, Bolonia y Sao Paolo (Brasil), por ahora.
Esta fábula musical, para baile y cante, inclasificable, compuesta porManuel de Falla hace ahora 100 años, no se sabía muy bien lo que era. Poco más allá de un encargo hecho para gloria de Pastora Imperio, a estrenar en el teatro Lara, de Madrid, casi como un divertimento para amigos. Pero las ráfagas que consagran el arte en el tiempo son caprichosas. Por esoEl amor brujo se ha convertido a nivel internacional en uno de los símbolos más reconocibles de la cultura hispánica.
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