El consenso político y social para cambiar las dilatadas y partidas jornadas laborales no acaba de concretarse debido al escaso empuje de Gobierno, partidos y empresas
- GRÁFICO Cómo se trabaja en los países de la Unión Europea Madrid 27 JUL 2015 - 10:33 CEST
- La jornada partida y retrasada respecto al sol es fruto de circunstancias históricas. España equiparó su hora a la de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial como hicieron otros países. Y, terminada la contienda, España no volvió a su horario original. La posguerra y la necesidad del pluriempleo fomentaron además tener un trabajo por la mañana y otro por la tarde. El resultado es un desfase horario que aún arrastramos. Al retraso horario se le añade una cultura del trabajo poco eficiente, según se desprende de los datos de la OCDE, que indican que en España se trabajan más horas que en el norte de Europa, con mayor productividad.
- La inercia y una tozuda resistencia por parte de una generación de líderes empresariales chapados a la antigua es parte de la explicación. Pero también la falta de empuje de sucesivos Gobiernos que no acaban de darle prioridad a un asunto que afecta de lleno a la productividad del país y al bienestar de sus ciudadanos. En esta legislatura, la iniciativa para la reforma horaria ha encallado en el Congreso de los Diputados. La de los horarios es una revolución pendiente.
- “Sólo somos europeos cuando hay Champions League”, cree José Luis Casero, presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles. Para empezar, sostiene “que los políticos tendrán que tomar decisiones valientes y volver a Greenwich". "Una de las consecuencias del desfase horario es que dormimos poco y tanto los niños como los adultos somos menos productivos al día siguiente", opina. "En este país tenemos la extraña costumbre de acostumbrarnos a lo malo”.
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