El primer ministro anuncia medidas contra los que "expanden el veneno" del yihadismo Túnez 27 JUN 2015 - 13:43 CEST
Cuatro años después, la ola salafista se ha aplacado con, por un lado, un Ejecutivo laico (liderado por Nida Tounes, la formación de Essebsi), con el que no obstante colabora Ennahda y, por otro, una férrea campaña policial contra los jóvenes islamistas y la organización Ansar al Sharía, bien conocida por su proselitismo tras la revolución y vinculada a Al Qaeda.
El asalto contra los turistas del Bardo fue cometido por Yassine Abidi y Hathem Jachnaoui, dos jóvenes entrenados en Libia. Sin embargo, la investigación giró en torno a la influencia de Okba Ibn Nafaa, una organización yihadista vinculada estrechamente a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). Túnez es en cualquier caso una de esas provincias ansiadas por el Estado Islámico (EI). De hecho, en las últimas semanas ha cobrado relevancia el grupo Muyahidín de Túnez de Kairuán, que ha manifestado su lealtad al EI. Según las autoridades tunecinas, de la región de Kairuán —cuya capital, de mismo nombre, es sagrada para los musulmanes— era el autor de la matanza de Susa.e murieron 22 personas, la mayoría turistas alemanes. Pero el ataque terrorista en los hoteles de Port Kantaoui, en la ciudad de Susa, con un balance provisional ayer de 37 muertos, confirma que Túnez no es un país más en la agenda del terrorismo de corte yihadista. Está señalado a fuego.
Y como esas han sido muchas de las opiniones lanzadas por el actual Gobierno del presidente Beji Caib Essebsi, un veterano político ya en tiempos de la dictadura, después de la matanza en el Bardo, la primera tras los atentados de Al Qaeda en Yerba en 2002, en la qu
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